El cuerpo tiene muchas formas de avisarte que algo anda mal.
- Palpitaciones o sensación de “latido fuerte”: Notas que el corazón se acelera aun sin esfuerzo físico.
- Respiración rápida o entrecortada: Sientes que “no llenas los pulmones” o suspiras con frecuencia.
- Tensión muscular persistente: Hombros rígidos, mandíbula apretada, dolor cervical o lumbar sin causa clara.
- Dolores de cabeza frecuentes: Cefaleas tensionales o migrañas que aparecen especialmente al final del día.
- Problemas digestivos: Nudo en el estómago, acidez, colon irritable o cambios en el apetito (comer de más o perderlo).
- Fatiga constante: Despiertas cansado y la energía se agota rápido, incluso con actividades sencillas.
- Alteraciones del sueño: Te cuesta conciliar el sueño, te despiertas varias veces o tienes pesadillas.
- Preocupación que no se apaga: Tu mente repite escenarios negativos (“¿y si…?”) y te cuesta “desconectar”.
- Irritabilidad y cambios bruscos de humor: Saltas fácilmente con comentarios o situaciones menores.
- Dificultad para concentrarte: Se te escapan fechas, nombres o pierdes el hilo de lo que estabas haciendo.
- Aislamiento social: Evitas reuniones, llamadas o planes que antes disfrutabas porque “no tienes cabeza”.
- Conductas de escape: Consumes más café, alcohol, tabaco o pasas horas navegando sin rumbo en el celular para distraerte.
- Sensación de inminente “peligro” o catástrofe: Aunque todo esté aparentemente bien, sientes que algo malo va a ocurrir.Si te reconoces en varias de estas señales durante la mayor parte de los días por más de dos semanas, tu cuerpo puede estar pidiendo ayuda. Háblanos:
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